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EL CUERPO COMO ADICCIÓN

Updated: Jun 16, 2019


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El cuerpo puede convertirse en una fuente inagotable de placer, pero también, convertirse en un dolor de cabeza, un llanto del alma o millones de abejas africanas en forma de pensamientos que atacan nuestra seguridad al pasar por el espejo o cuando nos atravesamos con el acoso de una foto que nos disgusta. Deshojaré los tópicos comunes de la belleza estética del ciudadano regular y me quedaré tan solo con aquél individuo que vive su corporeidad con particular intensidad : el bailarín.


Para ello me tomaré como referencia; después de 28 años dedicados al cuerpo como herramienta expresiva me permito la licencia, sin la certeza de la verdad absoluta pero con deseos sinceros de compartir el añejado aroma que exhalo cuando las siluetas de mis movimientos pretenden sonrojar ( no sé si lo logre ) el espacio al bailar.



No fue hasta que dejé la rutina diaria y disciplinada de mi clase de ballet ( o contemporáneo ), como parte de mi responsabilidad profesional que caí en cuenta de lo significativo que era moverme, y sobre todo la "adicción" (por amor o por costumbre me da igual ) de participar, activa y conscientemente en la fiesta del cuerpo. Fueron muchos años donde la inercia no me permitió entender como se gestaba un estilo de vida, un hábito, una visión del mundo desde el cuerpo, una imágen de mi mismo, un " standard" de calidad que no admite cambios sin protestas en todos los niveles que me configuran. Siempre había notado, que las vacaciones muy prolongadas me desequilibraban, me incomodaban luego de diez días en pausa; pero luego ya venía de nuevo el regreso a las actividades y todo volvía a su lugar. Un día, una reunión de voluntades decidieron que me tomaría un descanso sin fecha de retorno de mi maratón dancística, y comencé por primera vez a vivir comúnmente, es decir, sin el uso del cuerpo como la herramienta de expresión escénica. Debo añadir, que me encontraba en instrospección total, reevaluando todos los departamentos que configuraban mi existencia; en medio de esa noche, y sin las pretensiones propias de mi carrera, me dí cuenta, -no podía dejar de moverme-, no tenía que ser danza en el sentido profesional, pero después de tantos años ya se había echo parte de mi naturaleza, y sin ello mi alma se secaba, y moría de sed en el desierto existencial de los días que se sucedían sin pausas pero con prisas. Se volvió tan necesario y natural como respirar; si dejo de moverme muero por dentro, y un cadáver toma las riendas y deambula por la sociedad, operando automáticamente, solo porque si. Hoy sé que si quiero pretender una vida feliz, lo primero es alimentar mis apetitos creados todos estos años, y moverme, y también darle de comer un ego ( aunque no me guste esa palabra) que ensancho su estomago durante años de espectáculos ,y no admite dietas a estas alturas respecto "al como se ve ", todo dentro de limites "sanos" de un adicto sin cura.



No se trata de aceptación o no aceptación, tampoco de modas adquiridas o la presión de estos tiempos visuales y su marketing agresivo. Es el diagnóstico concienzudo de quién se evaluó y llegó a esa conclusión. Por ello, si eres bailarín, o fuiste y la depresión te visita en forma de malestar, y no sabes que pasa, quizás es el reclamo de un estilo de vida que exige atención ; no se puede dejar de ser lo uno siempre fué, al menos no inconscientemente. Mi nombre es Edisel Cruz, y soy adicto, felizmente adicto a darle de comer movimientos al cuerpo, porque si el está satisfecho, entonces se convierte en mi aliado, en un cómplice para hacer travesuras juntos.

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