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Un año para mí


Hace exactamente un año y un día inicié el experimento más saludable y profundo de toda mi vida. Nació del dolor del desamor, de la incertidumbre propia de la vida, y fue protegido celosamente por una fuerza de voluntad que nunca dudó en todos estos 365 días que cumpliría la " misión " que me había propuesto. Luego de 25 años ininterrumpidos en una carrera por alcanzar "cosas" e ir por las mieles de la vida libando su néctar en cada cuerpo femenino, en bebidas espirituosas y químicos que hacía más llevadera la existencia, decidí "vivir un año para mí", un año sin todas esas cosas que acompañaron mi vida durante tanto tiempo; sin pareja, sin alcohol, sin pastillas, sin ningún foco exterior, solo me sentaría en mí mismo a conversar sin reservas con el "Edisel de antes", sin juicios, sin verdades a medias, determinado a comprender quién carajos era ese tipo.

Con el objetivo claro, ahora tenía que acaparar el elemento indispensable para garantizar que el experimento fuera válido, un elemento que se erige como nuestro mejor recurso no renovable, con el que traficamos y trafican a nuestro alrededor, y que usado en contra nuestra nos convierte en esclavos, hablo del Tiempo. Trabajé el mínimo para sobrevivir, y el resto del tiempo lo invertí en el silencio, abrazado por un espacio de 5x5 metros cuadrados. Los primeros tres meses fueron de gritos, de exigencias, culpas e injurias contra todo y contra mí, y en una transición inconsciente, luego de esa primera catarsis se educaron los gritos de mis voces internas para dar pasos a diálogos beneficiosos, a una comunicación democrática de todas mis aisladas partes. Las largas charlas se convirtieron en hábito, y aunque a veces salía al mundo de los seres civilizados, caminaba entre ellos como un fantasma, aislado en la música que emanaba de unos audífonos diseñados para la enajenación, evitando ser víctima del ensordecedor ruido citadino de la Ciudad de México. Las voces se cristalizaron, armonizadas en un coro que parecían una sola voz, de mis labios salieron mejores melodías, y la vida se posó en mi lengua tarareando paz, se desempolvaron mis ojos, y mi corazón latía fuerte, inmensamente vivo y con un ritmo constante. Desfilaron frente a mí los problemas cotidianos, vestidos de preocupaciones sociales y existenciales, y la pasarela era rica en color y formas, y Yo, aplaudía excitado por el maravilloso espectáculo de la Vida.

Así fue, que, desvestido de los conflictos heredados, se liberó una energía alquímica que convertía la mierda en oro, y ese metal eran mis ideas, y sobre todo una de ellas, que está a punto de materializarse en el mes de mayo. Fue un año Platónico, viví en el Mundo de las Ideas y los Conceptos, y descubrí que no era tan (porqué siempre seré un poco) idiota, y que solo no entendía el Universo hermosamente caótico que alberga la naturaleza humana, un universo lleno de agujeros negros que te devuelven a ti en cualquier instante, lleno de sombras, pero también de soles que contrastan creando belleza, y sobre todo saboreé esa palabra mágica: Creación.

Despido ese año hoy, abrazando uno nuevo que me tiene el alma en los labios de tanta emoción hacia lo desconocido. Y lo despido con algo nuevo en mi vida, el agradecimiento, y para ello tendré que separar y seleccionar a un ser humano entre muchos que me han dado tanto este año especial en mi vida. A ti mi querido amigo Mario Nieves Cruz, mi cómplice intelectual, larga vida a nuestra amistad, y fruto de ella nuestra colaboración.

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